Las texturas tienen que considerarse y elegirse con el mismo cuidado que
los colores. Tal vez no provoquen tantas reacciones emocionales como éstos
pero son igualmente sugestivas. Las texturas evocan imágenes a través del
tacto. Podemos seleccionar algunas texturas cerámicas (tejidos, metales,
etc.) y tratar de imaginar cómo se verían en las diferentes paredes y
suelos.
Evidentemente unas texturas combinan entre sí mejor que otras. Prueba a
introducir un revestimiento con textura en una superficie lisa, el efecto
de contraste centrará el interés del espacio. De igual manera, se puede
jugar con las superficies brillantes y mates, creando sensaciones de seda.
A la hora de planificar, piensa en todas las opciones, experimenta con
ellas y busca contrastes que te definan. La introducción de una textura en
un espacio monocromático, puede aumentar la animación de una sala. Esta
focalización se puede representar mediante sensaciones de fibras como el
bambú, la estera y la rafia; o de rugosidades matéricas proporcionadas por
las baldosas cerámicas. Así, de esta forma, los suelos o las paredes
cerámicas enmarcan el resto de colores y elementos del mobiliario.
Los azulejos con textura no sólo presentan un tacto diferente, sino que
también se ven y reflejan la luz de forma distinta. Este conjunto
sensorial es lo que puede ayudarnos a crear perspectiva y profundidad,
confiriendo carácter a la estancia. Puedes crear un efecto de conjunto,
trabajando sobre las texturas y colores de otros elementos como alfombras,
cortinas y cojines.
Otra manera de aplicar las texturas depende del tamaño de los azulejos.
Una superficie lisa se puede combinar con piezas con texturas de menor
tamaño. Mezclando las piezas, podemos convertir un simple fondo de muro en
algo más escultural, casi en una obra de arte contemporáneo.